Allá por 1903, Don Fulgencio Poncela abrió las puertas del hotel al público por primera vez. Un espacio aristócrata y señorial que fue adaptándose a las necesidades de los tiempos: hospital de guerra, escuela y centro de formación profesional, albergue de conspiraciones y, finalmente, hotel con un toque vintage. Todo bajo la férrea gestión del señor Poncela, que legó su proyecto de vida en su nieto, el señor Francisco Poncela alrededor de 1950. Claro que Don Francisco era muy joven en aquel momento: no más de dos años de edad y habiendo perdido recientemente a ambos padres en un desgraciado accidente, no estaba preparado para asumir las responsabilidades del hotel. Por suerte, la buena salud acompañó 10 años más a Don Fulgencio, durante los que todavía pudo dirigir el establecimiento; y la vida lo hizo 8 años más; en los cuales la empresa quedó a cargo de las únicas personas en las que pudo confiar: sus abogados. Don Fulgencio vivió esos 18 años para educar, formar y orientar al futuro director del hotel; Don Francisco. Su único objetivo entonces fue moldear el niño, adolescente y joven a la imagen y semejanza de su capacidad de gestión. Don Fulgencio Poncela falleció el 29 de febrero de 1968 en la habitación abuhardillada del hotel, con un preparadisimo Francisco Poncela a los pies de la cama y un futuro lleno de dudas para el joven por delante:
—No olvides nada de lo que te he enseñado—murmuró el abuelo.
—¿Qué voy a hacer sin usted?—dijo el nieto entre lágrimas.
—Siempre que dudes, estaré aquí para ayudarte—respondió antes de expirar.
Si Don Fulgencio Poncela se caracterizó por algo, en la vida y en la muerte, sin duda fue por ser un hombre de palabra.
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