En 69 años no ha conocido otra cosa que no fuera el hotel y mientras tenga fuerzas no lo dejará por nada. Han pasado veinte años y la llave aún le acompaña en como un colgante, cayendo en una cadena justo a la altura de su pecho. Desde que heredó el hotel sube a la habitación abuhardillada al menos una vez por semana. Hace tiempo que las dudas quedaron atrás pero jamás ha pensado en dejar de visitarle.
Se asegura de que ningún empleado curioso le ha seguido. Extrae la llave de debajo de la camisa, abre la puerta y entra en la habitación, vacía, limpia, repleta de luz natural:
—¿Cómo se encuentra, abuelo?
—¿Abuelo?—Responde el fantasma del fundador del hotel desde la nada—.¿Te has mirado al espejo? Me parece que voy a tener que empezar a tratarle de usted.
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