sábado, 10 de junio de 2017

Sabores



De cuando en cuando, siempre algún día entre semana, pide al servicio de habitaciones ostras y champan para compartir con una alumna que no llega a los veinte. En otras ocasiones y quizá en la misma habitación, es la vicerrectora, que pronto cumplirá los sesenta, la que hace subir caviar y vodka. Hasta que un día, el mismo hombre y en el mismo hotel, reserva junto a su mujer otra habitación en nada diferente a las que está acostumbrado a frecuentar. Piden unas cervezas y unos pinchos de tortilla, esta vez no le preocupa en absoluto quién pagará la cuenta, pero no para de preguntarse como cojones hacen para dejar tan crujientita, tan en su punto, la patata.

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