jueves, 15 de junio de 2017

Minibar

El joven rellena el minibar murmurando incesantes disculpas. No se lo puede creer. Él mismo preparó la nevera esa misma mañana. Había dispuesto lo habitual: dos refrescos, tres aguas, dos cervezas, chocolatinas y frutos secos.
Cuando el joven se marcha, el huésped opta por no entregar propina. Ha observado la operación y está claro que el chico no la merece. Es un gandul que no ha hecho su trabajo a tiempo. Molesto con la incompetencia en tiempos en los que el trabajo es casi un privilegio, se acerca al mueble bar dispuesto a tomar algo. Al abrir la nevera la encuentra vacía de nuevo.Refrescos. Agua. Cervezas. Chocolatinas y frutos secos. Todo ha desaparecido. El hombre permanece congelado ante el minibar. Observa incrédulo, desconcertado. Palpa acuclillado el frío interior del electrodoméstico. Rendido ante la evidencia, deja escapar un leve suspiro. Entonces cierra el mueble y se dirige hacia la cafetería del hotel, decidido a no hablar con nadie de lo ocurrido. Así, abandona la estancia sin llegarse a imaginar que, en alguna otra habitación de ese hotel hay otra nevera llena a rebosar.

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